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Este simpático animalito, que no mide más de 1 cm de longitud, se llama Gonipterus scutellatus. Puede
que la mayoría de vosotros no lo conozcáis por su nombre formal, pero
si os digo que su nombre común es el Gorgojo defoliador de los
eucaliptos, a lo mejor os empieza a sonar.
El pequeño Gorgojo vivía tranquilamente en su hábitat natural en el
sureste de Australia, y allí pasaba su vida placenteramente comiendo
hojas de eucalipto, pero sin llegar a desmadrarse, ya que multitud de
depredadores los mantenían a raya. Entre ellos estaba la feroz Anaphes nitens,
una avispa parasitoide que inyectaba sus huevos dentro de las larvas
del gorgojo para que una vez que eclosionaran, sus crías se las comieran
vivas.
Pero a principios del siglo pasado, los eucaliptos empezaron a
exportarse a otros continentes, ya que sus rápidas tasas de crecimiento
los hacían muy apetecibles para la industria maderera. Y junto a los
plantones de eucaliptos, algunos polizones se colaron entre sus hojas
para descubrir el mundo. En 1916, el Gonipterus se detectó en Sudafrica y
desde allí dio el salto al nuevo mundo, extendiéndose rápidamente desde
Argentina a Brasil, donde grandes plantaciones de eucaliptos ya se
habían establecido sin control y donde los enemigos naturales del
gorgojo no estaban presentes.
Desde Sudamérica solo tenía que esperar un poco para cruzar de nuevo el
océano y visitar la vieja Europa. Y encontró el pasaje en uno de los
muchos barcos que transportaban madera de eucalipto para la industria
papelera. Los primeros indicios de su presencia en la Península ibérica
se tuvieron en 1995 en Galicia y a partir de allí, en los lluviosos
montes y rasas cantábricas, este insecto encontró lo que cualquier
gorgojo de buena familia hubiera deseado para sus hijos. Miles de
hectáreas de comida fresca se abrían ante sus ojos, cubriendo cientos de
kilómetros desde Fisterra hasta Irún. ¿Qué más podía pedir un pequeño
Gorgojo defoiliador del eucalipto que este hermoso lugar sembrado y
protegido por nuestra Administración?
Superficie ocupada por las plantaciones de eucaliptos desde Asturies a Cantabria
Y fue aquí, en el norte de Iberia, donde creció y se multiplicó y en
pocos años empezó a extenderse y a causar daños en la inmensa plantación
que forma toda cornisa cantábrica. Y Asturies, nuestro querido paraíso eucaliptal,
no fue una excepción y sólo hace falta observar muchas de las laderas
de los montes costeros para ver las copas de los eucaliptos amarillentas
y desnudas gracias a la actividad del pequeño gorgojo.
Actualmente, nuestro querido Gonipterus está consiguiendo lo que años de
protestas, denuncias y trabajos científicos no habían conseguido:
acabar con los eucaliptos y poner en jaque a la potente industria
papelera asturiana, liderada por la multinacional ENCE, que siempre
contó con el beneplácito de la Administración asturiana para hacer y
deshacer a su antojo. De hecho, a finales del año pasado el consejo
forestal del Principado de Asturias aprobó la eliminación de
restricciones a la plantación de eucaliptales, que a partir de entonces
se realizarían según la demanda de papel, o sea, según lo que quisiera
ENCE.
Pero la industria papelera no iba a quedarse parada viendo como mi
querido Gonipterus se comía millones de euros, así que presionó a la
Administración para que fumigara rápidamente todas las plantaciones con Flufenoxurom,
un potente insecticida que además de matar gorgojos mata a otras muchas
especies de insectos, entre ellos a los poninizadores y que además
tenía efectos muy nocivos sobre la salud de otros animales, entre ellos
del hombre. Había que darse prisa, porque la Unión Europea, consciente
de esos efectos tan nocivos había prohibido su uso a partir de enero de
2014. Pero claro, en nuestro país estas cosas del medio ambiente van más
despacio y aún quedaba tiempo y los planes de fumigación parece que
estaban aprobados en gran parte de la geografía asturiana a finales del
año pasado.
Mientras se decide si se fumiga o no, aunque varias fuentes ya dan por
seguro que estas fumigaciones ya se han producido, el pequeño Gonipterus
sigue comiéndose los eucaliptos y con ello se ha ganado todo mi cariño y
mi admiración.
Pero me surge una duda, ¿que ocurrirá cuando el pequeño y afable gorgojo
acabe con los eucaliptos, si es que lo consigue? o ¿qué pasará si da el
salto a otras especies de árboles y las encuentra igualmente
apetitosas? No lo sabemos, pero por lo que ha ocurrido en otras
ocasiones y con otras especies, no se podría descartar que empezara a
comerse nuestros robles, hayas o abedules. ¿Que dirán entonces los
gobernantes, gestores y empresas que han favorecido que toda la cornisa
cantábrica se haya convertido en un monocultivo de eucaliptos? Pues no
dirán nada, todos habrán guardado a buen recaudo su porción del pastel y
le echarán la culpa a otros, porque ya sabemos que ellos todo lo hacen
por nuestro bien.
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