El Gobierno vasco renueva el plan de actuación que aprobó hace 16 años, con las últimas novedades en los procesos de predicción y vigilancia
EL CORREOLa consejera de Seguridad del Gobierno vasco, Estefanía Beltrán de Heredia, anunció ayer la aprobación del nuevo plan contra inundaciones del territorio. El documento actualiza los protocolos de control y emergencia establecidos en 1999 aportando nuevas técnicas, recursos materiales y, sobre todo, «la experiencia» que otorgan unos últimos años en los que se han registrado varios casos de riadas graves. Pese a las importantes y costosas obras de prevención realizadas, la renovada radiografía de los cauces de Euskadi mantiene los ‘puntos negros’ de siempre. Getxo, Llodio, el sur de Vitoria, Zarautz, San Sebastián... En total, sigue habiendo un centenar de áreas de riesgo potencial significativo de inundación (‘arpsis’). Cuando llueve más de la cuenta los vecinos siguen conteniendo la respiración.
Realmente, el nuevo plan contra riadas no es más que la plasmación sobre el papel de las labores que un buen número de expertos llevan aplicando, y perfeccionando, durante los últimos años, aunque no se añade de repente ninguna técnica nueva. No hay una solución revolucionaria ni milagrosa contra la fiereza del agua. Lo que se hace es actualizar los planes vigentes con Protección Civil, policía, equipos médicos, de emergencias, meteorólogos... Se señala qué hacer y quién debe hacerlo cada vez que hay amenazas. El documento incorpora, por ejemplo, las últimas novedades en los procesos de predicción, vigilancia y actuación definiendo, entre otros factores, los niveles de alerta.
La red fluvial del territorio está vigilada por 50 estaciones hidrológicas, ubicadas en puntos especialmente conflictivos, que envían información sobre la altura que alcanzan los ríos cada diez minutos a la sede de la Agencia Vasca del Agua (URA). Estos datos se cruzan con las previsiones de lluvia que facilita Euskalmet y dependiendo de los resultados se activan los avisos amarillo, naranja o rojo, se avisa a la población y se pone en guardia a los equipos de Protección Civil.
Las peculiaridades de la geografía vasca, y de la huella humana en las proximidades de los ríos, hacen que el control preventivo sea una de las herramientas más importantes en la lucha para atenuar el efecto de las inundaciones. Porque crecidas seguirá habiendo siempre, otra cosa es las consecuencias que puedan generar. «Lluvias como las de 1983 provocarían ahora daños similares, pero no habría muertos», señalaban recientemente portavoces de URA. El problema en Euskadi es que las cuencas son cortas y las montañas y el mar se encuentran muy cerca, por lo que el nivel del agua crece con rapidez. «En la zona del Ebro hay hasta 48 horas para calibrar las crecidas y decidir qué hacer antes de que llegue a Zaragoza, aquí a veces no tenemos ni diez minutos», resumen los expertos. Esto hace que el plan contra inundaciones sea especialmente conservador y que se activen las alarmas con relativa facilidad.
El otro gran reto son las ‘arpsis’, 400 kilómetros de ríos donde el agua se desborda con excesiva facilidad cerca de núcleos de población y polígonos industriales. Allí se concentran el 85% de los daños que suelen generar las inundaciones en el País Vasco. Es el efecto del desarrollo urbanístico de décadas precedentes: se han ocupado numerosas zonas inundables. Las actuales normativas impedirían muchas de esas construcciones, pero respecto a lo ya existente el objetivo es intentar frenar el impacto hidrológico. «No se pueden desalojar barrios enteros», señalan desde URA. En Euskadi hay construcciones levantadas directamente sobre ríos o a escasos centímetros, puentes que hacen tapón cuando el nivel del agua crece y canalizaciones artificiales que los ríos abandonan en cuanto hay problemas para volver a su recorrido habitual.
Corrección urbanística
Además de evitar nuevas actuaciones urbanísticas contra natura, la
labor de URA durante los últimos años se ha centrado en corregir los
errores constructivos del pasado. Se han creado puentes sin pilares, se
han desbrozado ríos y se les ha dotado de más capacidad. El
encauzamiento del Nervión avanza en Bilbao, Etxebarri y Basauri y el
Ibaizabal se mejorará desde Galdakao. Al Gobela a su paso por Getxo
también se le está ampliando el lecho fluvial y en Erandio se espera que
un nuevo colector evite los desbordamientos en Tartanga. El paso del
Cadagua por Zalla va a revisarse, igual que la situación del Urumea en
Gipuzkoa y el entorno del Zadorra en el sur de Vitoria. Son solo algunos
ejemplos de la labor en la lucha contra las inundaciones. URA estima
que atajar el riesgo en las 100 ‘arpsis’ requiere una inversión de 3.000
millones de euros, así que durante los últimos años, especialmente con
el impacto de la crisis, ha tocado priorizar.
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