Las escuelas de barriada, una puerta a los núcleos rurales


historias de los vascos

Las escuelas de barriada, una puerta al mundo para los núcleos rurales de Bizkaia

Hace 95 años nacieron las escuelas de barriada, que contribuyeron a reducir el analfabetismo, instaurar la educación bilingüe y abrir estos núcleos al mundo

Un reportaje de Gregorio Arrien - Sábado, 13 de Diciembre de 2014

el pasado 26 de noviembre se cumplieron 95 años de la presentación de la llamada Moción Gallano, que dio lugar a la creación de las escuelas de barriada. La Corporación provincial tomó en consideración la Moción el 9 de diciembre del mismo año 1919, y con el objeto de tramitar con urgencia los primeros pasos y trabajos se nombró, a principios de 1920, una Ponencia ejecutiva conformada por Luis de Eleizalde, Eduardo de Landeta y los diputados Juan Gallano y Práxedes Aránsolo. Como fruto del interés y entusiasmo con que trabajó la Ponencia, en enero de 1921 ya funcionaban las dos primeras escuelas, la de Albiz de Mendata y Belendiz (Arratzu).

Destinadas a suplir la ausencia estatal, las escuelas de barriada trataban de corregir los altos niveles de analfabetismo y, en general, el desajuste educativo-cultural de Bizkaia, reflejados, sobre todo, en las zonas rurales y los barrios minero-industriales. La geografía del país, montuosa y abrupta, salpicada de caseríos agrupados en pequeñas barriadas, hacía que los niños no pudieran asistir, por la distancia existente, a las escuelas situadas en los centros de la población. Entre los demás factores y elementos que estaban en la base de la creación de estos centros, hay que mencionar los siguientes: La necesidad de enseñar a los niños en la lengua materna, el desarrollo del pensamiento escolar y la conciencia cada vez más clara y exigente en materia cultural, en la línea de los países más cultos de Europa, el pensamiento e ideología del nacionalismo y la relativa riqueza del país a estas alturas del siglo XX. Todo ello entendido en el marco del empuje autonómico del momento.

Rápida construcción Las escuelas fueron levantándose e inaugurándose de forma muy acelerada. Ya antes de 1925 se habían construido 77 escuelas, con 114 clases y otros tantos profesores. En 1929 se completaron las 100 escuelas que estaban previstas en el plan de la Diputación, alcanzando un censo escolar de más de 5.000 alumnos. Eran unas escuelas simpáticas que se extendían por todo el territorio de Bizkaia, principalmente en las barriadas y pueblos más necesitados de centros de enseñanza; previamente, los pueblos o barriadas que aspiraban a tener la prometida escuela primaria, debían cumplir varias condiciones: las agrupaciones de vecinos debían constar de más de diez vecinos; sus viviendas debían distar, por lo menos, un kilómetro de la escuela más próxima, y, por último, la barriada o el ayuntamiento debían proporcionar un local adecuado.

Durante la II República tuvo lugar una nueva ampliación de 25 escuelas, que se unieron a las ya existentes del plan anterior; al término del proceso constructivo en 1936 el número de alumnos ascendió a 6.321 y el de maestros a 162.

Concebidas en los orígenes como verdaderas escuelas vascas o ikastolas, pronto sufrieron importantes modificaciones en su orientación, en función de la diversidad de políticas educativas radicadas en la Diputación y ejercidas desde la misma. Ya en la primera etapa, de 1920 a 1923, se abandonó la educación bilingüe de los inicios y se inutilizaron los textos euskéricos preparados por la propia Diputación unos años antes, permitiéndose en adelante el uso del euskera sólo como vehículo o medio de enseñanza. Tras estos pasos, el pensamiento inicial de Eleizalde, Landeta y otros, de desarrollar la escuela vasca, quedó, en gran manera, desnaturalizado, pero decidieron seguir adelante en su afán de lograr una parte de lo que aspiraban.

Los cambios en la orientación no terminaron aquí, ya que durante la Dictadura se acentuó la marginación de la lengua vasca, imponiéndose la estricta obligación de seguir el régimen general de enseñanza de las escuelas nacionales. Por fin, y antes del definitivo cambio de carácter en 1937, durante la II República se abandonará la enseñanza religiosa y se aplicará el laicismo escolar.

Pese a las anteriores modificaciones, la institución de las escuelas de barriada tenía una evidente personalidad, como fruto de su particular organización y su peculiar arquitectura, adaptada al paisaje del entorno; aparte estaba la envidiable adhesión popular.

El apoyo popular El apoyo otorgado a estas escuelas fue verdaderamente admirable. Según los testimonios de la época, fue emocionante ver en muchas barriadas cómo jóvenes y ancianos, hombres y mujeres quisieron tomar parte directa y activa en la construcción del edificio escolar, algunos aportando su dinero, producto de muchos sacrificios, y otros su esfuerzo personal, su propio trabajo. No faltaron quienes ofrecieron la madera de sus bosques o la piedra de sus canteras y sus yuntas y carros acarrearon los materiales a pie de obra. A este respecto, se suele situar esta obra escolar colectiva en el contexto de una antiquísima costumbre popular de organizar las prestaciones sociales en común, en auzolan.

Edificadas en estas condiciones, no es de extrañar que muchas escuelas contaran con el más sincero afecto de sus respectivas barriadas; por eso, las cuidaban con cariño, respeto y consideración.

Aunque la mayoría de las escuelas fueron construidas por los ayuntamientos, una buena parte de ellas fueron levantadas directamente por los vecinos, y eran, por ello, propiedad de los vecinos.

Además de proporcionar el plano de construcción y gestionar después la cesión gratuita de los locales, la Diputación se encargaba también de costear el material de enseñanza y el sostenimiento de los maestros.

Personal docente Por la importancia que se daba al profesorado en la organización y funcionamiento de las escuelas, la Diputación planificó todos los medios para atraer a sus centros lo mejor de las normales, en base a unas retribuciones y derechos que, a las alturas de los años 20, se consideraban bastante ventajosas. El ingreso en el cuerpo del profesorado estaba precedido de una depurada selección de los aspirantes. La provisión de plazas se hacía por medio de un concurso público y general, convocado con arreglo a una serie de bases entre las que primaban los valores personales, los conocimientos profesionales y el dominio de la lengua materna del niño. En las zonas de habla euskaldun, donde trabajaban la mayor parte de los maestros, estos debían conocer el euskera para emplearlo como vehículo de enseñanza.

El profesorado de las escuelas de barriada estaba conformado por un escogido cuadro de enseñantes, caracterizado por un alto interés docente y una verdadera vocación y entusiasmo. A muchos les tocó trabajar en apartados lugares y en medio de grandes incomodidades, a veces en montaña y otras en cerrados valles; por eso, su labor educadora se vio deslucida, en ocasiones, por la deficiente asistencia de los niños, quienes por las condiciones del lugar y el medio de vida del vecindario, dejaban de asistir a las clases.

Había bastantes figuras, que aparte de las labores escolares propiamente dichas, se dedicaban a otro tipo de quehaceres como escribir en la prensa y otras actividades sociales y culturales; Julene de Azpeitia fue quizás uno de los casos más conocidos en el campo cultural.

Actividades escolares La edad escolar, comprendida entre los 5 y los 14 años, abarcaba ocho años de duración en la escuela, a razón de dos años en cada uno de los siguientes grados: preparatorio, elemental, medio y superior. Las sesiones eran de tres horas de duración, interrumpidas por los recreos ordinarios, mañana y tarde. El censo escolar nunca debía superar los 48 alumnos por aula.

Las escuelas estaban clasificadas en mixtas, unitarias y especiales o graduadas; la mayor parte de estas últimas eran de dos grados.

Los programas de enseñanza, elaborados a partir de 1928, adolecían en general de los mismos defectos de los demás programas nacionales: sus contenidos eran demasiado amplios y complejos. Se incluían en los mismos las disciplinas habitualmente estudiadas en la escuela nacional. Los mejores alumnos de las escuelas eran ayudados y asistidos por medio de becas y ayudas de estudio para proseguir la enseñanza superior.

El uso del material escolar, proporcionado gratuitamente por la Diputación, fue una de las destacadas características de las escuelas; se les dotó del material fijo y móvil más moderno y más útil al fin que se perseguía. Entre el cúmulo de materiales servidos, eran los medios intuitivos y de proyección los que más se distinguían por su modernidad, si bien se procuraba que no faltase cosa alguna de necesidad o conveniencia para la enseñanza. En las clases donde se hallaba instalada la luz eléctrica, se contaba con el aparato de proyecciones y un surtido completo de placas de asuntos geográficos, históricos, agrícolas y demás.

Las excursiones escolares con fines educativos y las enseñanzas de carácter agrícola encontraron en las escuelas de barriada una verdadera oportunidad para su implantación y práctica.

Entre las actividades complementarias cabe mencionar la mutualidad escolar, las bibliotecas circulantes, las clases de adultos, los museos y exposiciones.

La cantina escolar constituía una institución necesaria y eficaz para el funcionamiento de las escuelas.

Los frutos del esfuerzo Aparte del esfuerzo organizativo, que fue realmente enorme, la Diputación gastó anualmente grandes sumas de dinero en el sostenimiento de las escuelas de barriada, siendo los sueldos de los maestros la partida más importante del presupuesto anual.

En el libro que publicamos en 1987 sobre Educación y Escuelas de barriada de Bizkaia (Escuela y Autonomía, 1898-1936), se hace una breve valoración de los principales resultados y frutos obtenidos; a saber: La reducción del analfabetismo, la instauración de la educación bilingüe y una apertura de las barriadas a un mundo de relaciones humanas, sociales y culturales. Con todas las limitaciones ya conocidas, se había reservado al vascuence un lugar que antes no había podido encontrar. Los motivos de índole política nacional y la cuestión del fuero de la lengua castellana, impidieron una mayor introducción de la lengua vasca en la enseñanza. En general, fueron escuelas generadoras de cultura y civismo, cuya acción no debe desligarse de los demás avances tecnológicos, económicos y de estilos de vida efectuados en las zonas rurales, a lo largo de todos estos años.

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