Territorialidad y territorio

 GARA > Idatzia > Iritzia> Gaurkoa
ALBERTO FRÍAS | Lurra

Territorialidad y territorio



Hoy se celebra el Día Internacional de la Tierra, y el autor, en nombre del movimiento Lurra, considera que estamos en una situación de «desastre ambiental» al que acompañan unas condiciones sociales y del ámbito laboral cada vez peores. En este contexto, considera que es necesario cambiar los métodos de producción, la definición de las necesidades y la forma de satisfacerlas. El modo de vida, en definitiva. Y apuesta por constituir un movimiento que sea capaz de abrir el debate sobre el modelo de desarrollo y de sociedad que necesitamos.



Con motivo del Día Internacional de la Tierra, desde Lurra queremos reivindicar Euskal Herria como ecosistema cultural capaz de dar respuestas diferenciadas a los retos que se nos presentan en el actual proceso de globalización capitalista y uniformización de pueblos y culturas. Especialmente a dos días del Aberri Eguna, porque anima poco, por muy verde que sea la marea, liberar un vertedero, y encima objetivamente insolidario e imperialista como nuestro actual modelo de desarrollo.

La reestructuración del sistema económico capitalista está dejando bien a las claras que afirmaciones que hasta ahora se tenían como verdades absolutas no son sino grandes falacias. Entre ellas, la de que es necesario sacrificar la naturaleza para mantener el bienestar colectivo.

La situación actual de desastre ambiental generalizado viene acompañada de un deterioro en las condiciones de trabajo, de un recorte de las prestaciones sociales, de un crecimiento de las patologías asociadas a la alienación en el trabajo y de un aumento de nuestra huella ecológica.

La lectura reduccionista de que los desajustes financieros son los causantes de la crisis (reestructuración) al contaminar al resto de niveles oculta interesadamente que la economía financiera, la economía productiva y la economía real son parte de un todo con una infección galopante. Se nos quiere decir que con meros cambios en los mecanismos de control del mercado financiero y reajustes en el mercado laboral se contendría la hemorragia, cuando la realidad es que la economía real, dependiente de los flujos de energía y materiales, ha desbordado sus límites, no sólo de agotamiento de los recursos sino también de colapso de los sumideros.

La conclusión no puede ser otra que la imposibilidad de mantener un sistema económico en permanente crecimiento, desacoplado del sistema natural que lo contiene y asumiendo que la expansión del crédito equivale a la creación de riqueza verdadera. El modelo de desarrollo no es insostenible sólo desde el punto de vista ambiental sino también desde el punto de vista económico y social. Y este presupuesto es válido para los defensores del actual sistema económico y para los que, apareciendo como detractores, no ponen en discusión aspectos centrales del mismo, como los límites al crecimiento o la recuperación del valor de uso frente al valor de cambio.

Por eso desde distintos intereses y discursos, se concibe la lucha en defensa de la tierra como un aliado circunstancial, un bonito discurso vaciado de contenido, algo bucólico, pastoril, que nunca está en la lista de prioridades, ni se pone encima de la mesa a la hora de buscar la acumulación de fuerzas. Más allá de las estrategias de partido están los cambios sociales y todavía más allá los que afectan al territorio y son irreversibles. Más allá de la territorialidad está el territorio.

Existe un temor reverencial a ser consecuentes con la potencialidad desestabilizadora que conlleva el movimiento popular en defensa de la tierra, frente a la construcción nacional entendida como cementación nacional hay que abordar la adopción de medidas urgentes para la defensa del medio rural poniendo límites a la metropolización del territorio, frente a Euskal Hiria, Euskal Herria, frente a un tejido económico vasco intensivo en capital y energía, optar por el decrecimiento hasta la desaparición de ramas productivas enteras, empezando por la del armamento... Medidas que demostrarían la vocación de transitar hacia nuevos escenarios, tan posibles hoy como necesarios para mañana.

Desde el convencimiento de que estamos asistiendo a los estertores de una forma de relacionarse con el territorio, de interpretarlo, de sentirse como una parte más del ecosistema, en suma, de una forma de vivir, que en sucesivas oleadas (ferrerías, industria naval, revolución industrial, terciarización, metropolización) va dejando su huella indeleble en la tierra y en la consciencia de quienes vivimos en ella, desde Lurra hacemos una llamada a la reflexión, una invitación a pararnos en el camino y pensar si las fuerzas ciegas de la economía, si las reglas del mercado, si los imperativos de la globalización, y especialmente, si las respuestas que damos a las mismas, nos llevan adonde queremos ir. Porque quizás, la peor crisis no es la del sistema, sino la crisis de respuestas provocada por una especie de camisa de fuerza colectiva.

El pensamiento único, la civilización del cuanto más mejor, está dispuesta a sacrificar en el altar de la competitividad el presente más valioso, más escaso e imposible de reproducir: el territorio. Un territorio sentido y vivido, con su historia, sus señas de identidad, su rica biodiversidad natural y cultural, y sus potencialidades endógenas. No la tierra prometida inasible e inabarcable del espacio de los flujos, de la abolición telemática del tiempo, de la selva liberal disfrazada de determinismo economicista. Convertir el hábitat en un territorio de oportunidades es edificar un solar para las aves de rapiña, un enorme mausoleo de la vida donde sólo florecen los especuladores, los políticos oportunistas y los urbanistas de fortuna.

A los «drogadictos del crecimiento» que están dispuestos a pagar más caro por disfrutar menos, debemos decirles y demostrarles en la práctica que el único medio de vivir mejor es producir menos, consumir menos, trabajar menos, vivir de otra forma más responsable, más autogestionada, más consciente.

Hay que cambiar lo que se produce, la forma de producirlo, la definición de las necesidades, la forma de satisfacerlas, en resumen, el modo de producción y el modo de vida.

En la actual situación de nuestro pueblo estamos luchando por poner freno a un proceso de capitalización progresiva del espacio, que en caso de seguir al mismo ritmo, va a imposibilitar materialmente cualquier proyecto alternativo de futuro que se asiente sobre criterios de justicia social y equilibrio ecológico. En esa lógica se sitúa nuestra apuesta por articular una red en defensa de la tierra para crear las condiciones sociales que hagan posible la recuperación del hábitat vasco. Y para avanzar hacia ese objetivo necesitamos crear el sujeto del cambio, articular nuevas formas organizativas, buscar herramientas de trabajo, formas de actuación y mecanismos de resolución de conflictos cualitativamente diferentes a los actuales.

Un movimiento, una red social, que sea capaz de poner sobre el escenario el debate sobre el modelo de desarrollo y de sociedad que queremos para Euskal Herria. Apostar por la puesta en valor de este «cuarto espacio» es una necesidad apremiante para dotar de contenido social a cualquier proyecto político propio, popular y alternativo. Porque creemos que no es posible ni admisible proyecto nacional alguno sobre las bases del actual modelo de desarrollo.

Comentarios